20 junio 2011

Destino: FELICIDAD.

Y le aprieta la mano con delicadeza. Ven. Te lo enseño. Abre una puerta de madera de nogal y una sala grande, luminos y llena de libros la acoge. No le da tiempo a preguntar porque de todos modos le regala una respuesta aún más importante. Un beso largo, intenso, profundo la rapta. Y esa habitación parece un mar que se balancea en verano, parece un cielo que observa a dos nubes blancas que se persiguen. El paraíso es una simple habitación de un chico. El paraíso es una colcha fina de una cama que la acoge como un pétalo que cae en las olas. Y ella se siente llevar, suave y un poco asustada, pero feliz de estar allí, de haber aceptado ese viaje que están a punto de emprender juntos. Sin partir. Sin maletas. Sin mapas ni planos. Porque en el amor los caminos y el paisaje se desucbren cada vez. Porque nadie te los enseña. O quizá sí. Y su respiración te guía. Te dice dónde girar. Dónde aminorar. Dónde detenerse... Y partir de nuevo sin miedo. Él la mira así, tumbada, tan hermosa. Y le parece que nunca ha visto salir tanta luz de sólo dos ojos. Le parece que de repente la vida tiene sentido y que todo cuanto ha hecho hasta hoy ha servido precisamente para llegar hasta allí. A ese nuevo paraíso, destino: felicidad. Esa habitación. Se acerca despacio y la acaricia y siente que su respiración se hace más lenta y profunda, asustada, pequeña ola perdida en ese mar en el que están a puntode entrar. Sí... contigo. Y puede que sea verdad o que no. Pero es tan hermoso creer en la felicidad. Y esa respuesta vale cien, vale mil, vale todo un pasado que ya no importa conocer. Ella lo mira y después lo abraza con todas sus fuerzas. Se siente protegida, se siente acogida y amada. Y entonces esa cama se convierte en una barca en medio de las olas. Olas tranquilas, ligeras, olas que acunan. Olas que no dan miedo. Olas que los llevan hacia una nueva isla desierta, sólo para ellos dos. Más tarde. Ella le mira. Sonríe. El le acaricia el cabello, lo aparta, libera su rostro dándole más luz. Y después un leve beso en la mejilla. Estas muy hermosa. Tú también. Otro ligero beso en aquellos labios rojos, suaves, llenos de amor todavía. Él le coge el rostro con las manos. Se abrazan. Ella lo mira, se aprieta con fuerza a él. Y sonríe oculta en sus brazos.

Scusa ma ti chiamo amore.

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